martes, 9 de noviembre de 2010

El Bulli: 1.- Inicio de la crónica

Ahora que me encuentro en frente del ordenador, con la intención de plasmar en palabras el conjunto de  sensaciones y experiencias que han constituido nuestra comida, me doy cuenta de la complicación que entraña esta tarea. Han sido 4 horas, 37 platos, y, si al final consigo transcribir todo en plano, este post va a ser demasiado largo como para hacerlo de fácil lectura en este entorno que es el blog. Así que, siguiendo las recomendaciones de mi hermano, voy a crear un post por cada uno de los platos del menú, con lo que podré dedicarles el suficiente tiempo y espacio para hacerles una detallada descripción.

Preparativos.

Ya conté en un post anterior el momento en que recibí la confirmación de la reserva y la alegría que supuso saberme seleccionado entre las cientos de miles de solicitudes que reciben cada año. Pues para contar toda la historia debo también indicar que, tras como me solicitaron en aquel momento, diez días antes de la fecha, confirmé nuestra asistencia, momento en el cual pusieron en contacto conmigo para preguntar sobre nuestra preferencia sobre los productos de temporada que compondrían el menú:
Estamos en una temporada de productos en la que es muy importante saber si a los comensales les gustan los platos de caza, menudillos y setas además de las cuestiones habituales sobre los frutos de mar o alergias determinadas. Tengo anotado que no hay ningún problema pero si hubiera algo a tener en cuenta les ruego nos informen.

Hay ciertos productos, entre ellos los menudillos, que nunca se me ocurrirían pedirlos en un restaurante. Pero mi actitud era de tal sumisión hacia cualquier propuesta, que no estaba dispuesto que mis prejuicios me hiciesen perderme ningún gran plato, así que les respondí que no tendríamos problemas con ningún ingrediente.

Me pareció un detalle el hecho de que nos preguntasen sobre nuestros gustos y preferencias a la hora de elaborar nuestro menú. Hay críticos que opinan que el hecho de que en El Bulli sólo se pueda tomar el menú de degustación iguala el papel del comensal al del público que va a ver una obra, pero esto demuestra que existe cierto poder de decisión al menos sobre los gustos de cada participante.

Pasado el periodo que llevó desde la confirmación a los días cercanos al de la reserva, nos propusimos planificar en viaje no centrándose exclusivamente en dicha cita, sino como un fin de semana completo de celebración.
Finalmente organizamos viajar un día antes, alojarnos en un Hotel SPA, haciendo buen uso de sus instalaciones, y dejar el hotel también un día después.


Llegamos al Restaurante.

En los correos que intercambiamos para confirmar la reserva, nos citaron para las 13:00 y, puesto que nos indicaron que se tardaba unos 20 minutos desde Roses, salimos del hotel a las 12:20 para ir con tiempo y no llegar tarde. Gracias a las indicaciones que se pueden encontrar en cualquier página de ruta de Internet, conseguimos encaminarnos sin problemas hacia Cala Montjoi. El camino es abrupto, bordeando una montaña, y hay que ir despacio ya que difícilmente caben dos coches en paralelo y con curvas muy cerradas hay que tener cuidado de encontrarse alguien.

Llegamos a la puerta del restaurante a las 12:50 y nos encontramos con todas las puertas de acceso a la finca cerradas. Aparcamos el coche en un lateral de la carretera y nos bajamos para ver si nos habíamos equivocado de entrada y había alguna indicación que nos mostrase por donde entrar. Nada de nada, la entrada para coches, con el cartel del restaurante, se encontraba firmemente cerrada con llave y mirando para adentro no se veía a nadie ni a ningún coche apartado. ¿Cómo podría ser que no se viese a nadie dentro?. Imaginaros el susto que se nos instaló en el cuerpo y la de dudas que nos asaltaron: ¿Seguro que era a las 13:00 cuando nos habían citado? ¿Era para el día de hoy? Teniendo en cuenta que para cada turno hay unos 50 comensales ¿Cómo podía ser que no hubiese llegado nadie?. A ver si me había confundido y la reserva era para otro día. Qué mal momento estuvimos pasando durante unos minutos, hasta que vimos a un camarero que se dirigía desde la puerta de la casa a la verja de entrada y nos habría la puerta.  Resulta que éramos los primeros en llegar, y luego supimos que no a todos nos habían convocado a la misma hora para así escalonar un poco la entrada.
Entrada de El Bulli, cerrada.

Una vez ya dentro, zona del parking

Al fondo la entrada al edificio
Aparcamos dentro y nos dirigimos a la entrada de la casa, donde aprovechamos a hacer un par de fotos junto a la puerta donde se encontraba otro cartel. A la derecha de la puerta vimos que había unos grandes ventanales por los que se podía ver la cocina y, con cierto respeto, nos asomamos para ver la acción que se llevaba a cabo en su interior. Bueno realmente para ver si se podía ver a Ferran en su salsa, ya que no teníamos seguro que le pudiésemos ver en persona. En ese momento me atreví a tomar un par de fotos, un poco movidas por la rapidez con las que las tomé y cuando levantaba la vista de la cámara tras el segundo disparo me di cuenta de que Ferran me estaba mirando a través de la ventana. Tras el momentáneo shock de saberme pillado como un niño que mira a través de una cerradura, sólo atiné a hacer un breve saludo con la mano a través del cristal que fue correspondido de igual manera por el chef.


Ferran Adriá a traves de una de las ventanas

Pasamos ya al interior del edificio y, tras un pasillo flanqueado por la terraza y por un muro que separa con la cocina, estaban los camareros con el revuelo típico del comienzo de un turno. Al vernos entrar, ya he comentado que éramos los primeros en llegar, se avisaron unos a otros a la voz de “ya empieza”. En ese momento me sentí como el capitán entrando en el cuartel, haciéndose cuadrar a todos los que allí se encuentran.

Antes de sentarnos a la mesa nos preguntaron si queríamos empezar la comida con una visita a la comida. Me pregunto si alguna vez alguien les habrá dicho que no. 

Nos guiaron a la cocina, y en cuanto entramos Ferran Adriá se dirigió directamente hacia nosotros para saludarnos. Nos enseñaron las distintas zonas de la cocina y aproveché para hacer unas cuantas fotos. Ya casi nos íbamos de la cocina cuando pudimos hacernos un foto junto a Ferran, como gran recuerdo de nuestro paso por el restaurante. Permitidme que no incluya esta foto ya que queda como parte de mi álbum personal.
La cabeza de toro que preside la cocina de El Bulli

El día que hacía era totalmente soleado con una temperatura ideal, raro para ser Noviembre, así que nos ofrecieron empezar con los entrantes en la terraza, al aire libre y mirando al mar, cosa que evidentemente aceptamos.

Lo primero que hicieron al sentarnos fue presentarnos un champagne con el que amigos nos querían invitar con motivo de nuestra celebración de aniversario. Gran detalle tuvieron, moviendo contactos para asegurar que lo tuviésemos listo a nuestra llegada.

Y justo tras la presentación de la botella de champagne, vino el primer entrante, bueno realmente estaba en la frontera de lo que es un cóctel y un entrante, lo que se está llamando coctelería masticable: Fresa de Campari. Una creación helada con forma de fresa y marinada con campari que nos sirvieron en bandeja directamente para que las cogiésemos y nos las comiéramos en un solo bocado. Entre eso y que aún estábamos disfrutando de estar por fin sentados en El Bulli, se me pasó hacer una foto al plato así que os dejo con la incógnita de ver cómo era.

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